Vicente Sanz a juicio (RTVV)

No nos hace falta un juicio para concluir que la conducta del exsecretario general de RTVV y exjefe de personal fue, siendo prudentes, deleznable

Comunidad Valenciana 25/10/2015 - 18:07h Última actualización: 25/10/2015 - 18:13h
Vicente Sanz a juicio (RTVV)
De Salva Enguix
Queda bien decirlo: que sean los jueces los que digan, en el juicio que ahora se inicia, si la conducta de Vicente Sanz fue delictiva, al ¾ presuntamente¾ abusar sexualmente de tres periodistas. Vale. Pero ustedes y yo sabemos que no nos hace falta un juicio para concluir que la conducta del exsecretario general deRTVV y exjefe de personal fue, siendo prudentes, deleznable. Porque por encima del hecho observado (las prácticas sexuales en sede oficial, presuntamente forzadas), coincidiremos en que él era el jefe, el que tenía el poder, y las tres mujeres sus subordinadas. Y no me vengan con la cantinela de que ellas podían haber reaccionado antes o haber hecho más porque ya eran mujeres hechas y derechas: gracias a esas mujeres, a su denuncia, a sus pruebas, Vicente Sanz no saldrá, posiblemente, impune. ¿Se imaginan si no lo hubieran denunciado? Y coincidiremos también en que resulta tremendamente sospechosa la actitud (laxa, según el relato de las víctimas) que tuvieron los jefes de Canal 9 (Lola Johnson y José López Jaraba) cuando se conocieron las orgías (presuntamente forzadas) que "El padrino" (así lo llamaban) montaba en su despacho de la empresa pública.
De haber un libro negro sobre la historia de Canal 9, el caso Vicente Sanz sería su capítulo más escabroso, porque atenta contra la dignidad humana. Visto en perspectiva, el asunto nos remite al derecho de pernada de los antiguos nobles en época medieval. Lo sucedido en torno al caso era perfectamente predecible. ¿O es que Eduardo Zaplana y Francisco Camps no sabían perfectamente quién era Vicente Sanz? Por si no lo saben, llegó a ser presidente del PP  en la provincia de Valencia y fue fulminado cuando Las Provincias divulgó el contenido de unas cintas en las que el acusado afirmaba que estaba en política para forrarse. En la cúpula del PP de aquellos tiempos se conocían perfectamente las "debilidades" (o tal vez sería mejor decir la "inmoralidad") del personaje. Se le entregó casi todo el poder, a la sombra, en el ente; es decir, la capacidad de decidir quién podía incorporarse o no en contratos de obra o temporales, a la televisión pública sufragada por los valencianos. ¿De verdad que nadie sabía que aquello podía acabar mal?
El problema, lo que intento decirles, es que hubo un tiempo en el que "algunos" políticos se creyeron impunes, ajenos a rendir cuentas a nadie, a tener que asumir ninguna responsabilidad por sus actos. Ya se tratara de desviar dinero, realizar contrataciones por encima de precio, fraccionar contratos, asumir regalos, establecer relaciones personales sospechosas con proveedores, o directamente robar dinero, como ejemplos. Una realidad que, entre otros, ha acabado por hundir la credibilidad del PP. Y esa impunidad, a tenor de la calificación del fiscal, es la que permitió, en este caso (de momento, el único que conocemos) que un hombre de moral inquietante, fuera capaz de dar rienda suelta a sus fantasías sexuales (amplias y bien documentadas) en el despacho donde se debía decidir quién podía o no seguir triunfando en su carrera profesional en RTVV. Ahora los jueces son los que deben valorar si esa satrapía fue delito, y decidir si Vicente Sanz debe entrar en prisión. Pero coincidiremos en que su actitud, al margen de si fue o no delictiva, fue un atentado contra la dignidad de las instituciones y, lo peor, contra la dignidad humana.

Publicat a La Vanguardia (25 d'octubre de 2015)

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